Cuando nuestro familiar empieza a hacer cosas que no se corresponden con su forma habitual de proceder, solemos acudir al médico, muchas veces al de cabecera. En numerosas ocasiones, sobre todo si nuestro familiar tiene una edad avanzada, tras unas cuantas preguntas acerca de ese comportamiento y otras tantas a él o a ella de orientación (dónde estamos, quiénes somos, cuál es la fecha de hoy) y otras cuestiones cognitivas, puede indicarnos que sospecha de que esté padeciendo algún tipo de demencia.

¿Qué es la demencia senil?

El término “demencia senil” hace mucho tiempo que se desechó, aunque en algunos contextos sigue sonando. No es una entidad diagnóstica como tal, pues se ha demostrado que la demencia no es algo propio de la edad si no que la edad hace que sea más posible su aparición. De este modo, indicar que alguien padece “demencia senil” es del todo incorrecto e inexacto. A lo sumo, podríamos indicar que alguien presenta deterioro cognitivo asociado a la edad, algo completamente diferente a padecer una demencia.

El cerebro, como cualquier otra parte del cuerpo, se va deteriorando con su uso: es habitual en edades avanzadas que la velocidad de procesamiento de la información sea más lenta. Que se den más recuerdos selectivos y que aparezcan despistes u olvidos que tiempo más tarde se solventan, es decir, es habitual que se olvide dónde se ha dejado esa chaqueta nueva, pero un rato más tarde, haciendo otra cosa, el recuerdo aparece y la chaqueta también. A esto lo llamaremos deterioro cognitivo asociado a la edad, como se indicaba, pero no lo llamaremos demencia senil.

Diferencias entre Alzheimer y demencia

Ahora bien, ¿Cuál es la diferencia entre demencia y enfermedad de Alzheimer? Pensemos en un vaso de una bebida carbonatada con muchas burbujas. El líquido sería el término demencia y las burbujas los tipos posibles de la misma. Así, la Enfermedad de Alzheimer es un tipo, el más frecuente mundialmente hablando, pero existen otros tipos: la enfermedad de Parkinson, la Enfermedad de Huntington o Corea de Huntington, la demencia frontotemporal, la afasia progresiva primaria, la demencia vascular, la demencia por cuerpos de Lewy, etc. Cada una tiene sus particularidades pero todas comparten algo: las células se van deteriorando y van muriendo sin que sean reemplazadas por otras. Al principio, grupos celulares adyacentes pueden asumir las funciones que se están deteriorando, pero llega un momento en que esto ya no es posible y entonces los fallos cognitivos se hacen evidentes: fallos de atención, de memoria, fallos al encontrar la palabra exacta, al seguir una conversación, al realizar una secuencia de movimientos orientados a conseguir un objetivo (atarse los cordones, por ejemplo), problemas para inhibir comentarios y reacciones emocionales, etc.

Ese deterioro y muerte neuronal puede suceder en diferentes partes de las células del cerebro (neuronas). Vamos a considerar que las neuronas tienen tres partes fundamentales: la que recibe mensajes (dendritas), otra que los procesa (cuerpo de la célula, soma) y toma decisiones y otra que lleva la información de esas decisiones hasta la parte que recibe mensajes de otras neuronas (axón). En el caso de la enfermedad de Alzheimer lo que se deteriora y muere es la parte que procesa y toma decisiones y al conjunto de estas es a lo que llamamos materia gris del cerebro. Es la capa que está más externa en las diferentes estructuras cerebrales. En una neuroimagen (un TAC, por ejemplo) vemos como esta capa se va reduciendo, va disminuyendo.

En definitiva, no es lo mismo demencia que enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson o enfermedad de Huntington, por ejemplo, por lo que los tratamientos han de ser también diferentes. He aquí, la importancia, una vez más, de un buen diagnóstico.

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