La enfermedad de Parkinson es un trastorno neurodegenerativo crónico que afecta al sistema nervioso central y se caracteriza principalmente por la pérdida de un tipo de neurona concreta (neuronas dopaminérgicas) en la sustancia negra (una región cerebral). Esta enfermedad afecta la capacidad del cuerpo para controlar el movimiento y se manifiesta a través de sintomatología motora y no motora afectando significativamente a la calidad de vida de los pacientes.

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Síntomas motores

  1. Temblores: Uno de los síntomas más reconocibles es el temblor en reposo, que generalmente comienza en una mano o un pie. Este temblor puede disminuir al realizar movimientos voluntarios.
  2. Rigidez muscular: Los pacientes pueden experimentar rigidez en los músculos, lo que puede dificultar el movimiento y causar dolor.
  3. Bradicinesia: Esta se refiere a la lentitud de los movimientos. Los pacientes pueden notar que les cuesta iniciar un movimiento o que sus movimientos se vuelven más lentos y menos coordinados.
  4. Inestabilidad postural: Con el tiempo, muchas personas con Parkinson desarrollan problemas de equilibrio, lo que aumenta el riesgo de caídas.
  5. Alteraciones en la marcha: La marcha puede volverse más rígida y menos fluida. Los pacientes pueden arrastrar los pies y tener dificultades para girar.

Síntomas no motores

  1. Problemas del sueño: Los trastornos del sueño son comunes, y los pacientes pueden experimentar insomnio, apnea del sueño o movimientos involuntarios durante la noche.
  2. Alteración emocional: La depresión y la ansiedad son frecuentes en personas con Parkinson. Esto puede ser tanto una respuesta a los desafíos de la enfermedad como un resultado directo de los cambios neuroquímicos (disminución dopaminérgica principalmente).
  3. Alteraciones cognitivas: Conforme avanza la edad la pérdida de neuronas puede desembocar en la dificultad para mantener las funciones cognitivas de manera adecuada, manifestando deterioro cognitivo.
  4. Problemas gastrointestinales: Aunque la principal afectación mencionada atañe al sistema nervioso central, el sistema nervioso autónomo también se ve alterado, provocando, entre otros, problemas gastrointestinales y gastroenterólogos.

Causas y factores de riesgo

La causa exacta de la enfermedad de Parkinson no se comprende completamente, aunque se han identificado varios factores que pueden contribuir a su desarrollo. Entre ellos se incluyen:

 Genética: En algunos casos, la enfermedad puede ser hereditaria. Se han identificado mutaciones en ciertos genes, como el gen SNCA, que pueden aumentar el riesgo.

 Exposición a toxinas: Se ha sugerido que la exposición a ciertos pesticidas y metales pesados puede aumentar el riesgo de desarrollar Parkinson.  

Edad: La mayoría de los casos se diagnostican en personas mayores de 60 años, aunque la enfermedad de Parkinson juvenil también puede ocurrir.  

Sexo: Los hombres tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad en comparación con las mujeres.

Diagnóstico

El diagnóstico de la enfermedad de Parkinson es clínico y se basa en la evaluación de los síntomas y el historial médico del paciente. No hay una prueba específica que confirme la enfermedad; sin embargo, se pueden realizar estudios de imagen, como la resonancia magnética, para descartar otras condiciones.

El diagnóstico temprano es crucial, ya que permite un manejo más efectivo de los síntomas y una mejor planificación del tratamiento.

Tratamiento y manejo de la enfermedad de Parkinson

Aunque no existe una cura para la enfermedad de Parkinson, hay múltiples opciones de tratamiento que pueden ayudar a manejar los síntomas y mejorar la calidad de vida. Estas opciones incluyen:

  1. Medicamentos: El tratamiento más común es la administración de levodopa, que se convierte en dopamina en el cerebro. Este medicamento puede ayudar a aliviar muchos de los síntomas motores. Otros medicamentos, como los agonistas de la dopamina, también se utilizan para estimular los receptores de dopamina y ayudar con los síntomas.
  2. Terapias físicas: La fisioterapia puede ser esencial para ayudar a los pacientes a mantener la movilidad y mejorar su equilibrio. La terapia ocupacional puede ayudar a los pacientes a adaptarse a las actividades diarias.
  3. Intervenciones quirúrgicas: En algunos casos, los pacientes que no responden bien a los medicamentos pueden beneficiarse de procedimientos quirúrgicos, como la estimulación cerebral profunda. Este tratamiento implica la implantación de electrodos en áreas específicas del cerebro para ayudar a regular la actividad neuronal.
  4. Intervención neuropsicológica: Es fundamental estimular las funciones cognitivas de los pacientes de enfermedad de Parkinson así como trabajar con ellos en cuanto a la propiocepción y la atención consciente a sus sintomatología, a fin de que puedan manejarla mejor en fases iniciales. En fases más avanzadas, cuando aparecen problemas cognitivos, haber trabajado estas funciones de manera previas hará que el deterioro retrase su aparición lo máximo posible.

Investigación y perspectivas futuras

La investigación sobre la enfermedad de Parkinson está en constante evolución. Se están explorando nuevos tratamientos que van desde terapias génicas hasta tratamientos con células madre. Además, la comprensión de la biología de la enfermedad está mejorando, lo que podría llevar a nuevos enfoques para la prevención y el tratamiento.

La identificación temprana de los síntomas y un manejo adecuado son fundamentales para ayudar a los pacientes a llevar una vida plena y activa a pesar de la enfermedad. La educación y la concienciación sobre la enfermedad de Parkinson son esenciales para desestigmatizar el trastorno y promover una mayor comprensión en la sociedad.

Conclusión

La enfermedad de Parkinson es un trastorno complejo que afecta a millones de personas en todo el mundo. Aunque puede presentar desafíos significativos, los avances en la investigación y el tratamiento ofrecen esperanza a los pacientes y sus familias. Con un enfoque multidisciplinario que incluya medicamentos, terapia física, funcional y neuropsicológica, es posible manejar los síntomas y mejorar la calidad de vida de quienes viven con esta enfermedad. La concienciación y la educación son clave para construir una comunidad más solidaria y comprensiva, lo que beneficiará tanto a los pacientes como a sus seres queridos.

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